El buceo deportivo, para llegar a ser lo que actualmente es, ha debido recorrer un largo y lento camino, cuyo punto de partida se encuentra en la prehistoria. Sin embargo, recién a mediados del siglo XX, con la invención de diversos artificios, esta actividad comienza a ser considerada como al alcance de cualquiera. Hasta los años 1950, el buceo está reservado para individuos dotados tanto de habilidades acuáticas muy especiales, como de un espíritu de aventura y riesgo no muy común para la mayoría de los seres humanos.
Buceo entre los pueblos prehistóricos
Prueba de las actividades subacuáticas del hombre primitivo la tenemos en los grandes montones de conchas que se han encontrado en el Báltico y en las costas de Portugal. Varios de los moluscos que se encuentran en estos montones son animales que sólo viven a algunos metros de profundidad y, a menos que el hombre esperara a cogerlos únicamente en las grandes bajamares, la única forma de capturarlos es la de bucear hasta los lugares en que estaban enclavados.
El buceo entre los pueblos de la antigüedad
En el año 168 a. de J.C., el último rey de Macedonia, Perseo, durante las guerras entre griegos y romanos lanzó al mar, después de su derrota en Pidna por el cónsul romano Paulo Emilio, los tesoros de su palacio, cuya recuperación fue debida a los buceadores.
Y plutarco nos refiere la conocida anécdota de la broma que gastó Cleopatra a Marco Antonio. Este se ufanaba mucho de sus grandes dotes de pescador con caña y entonces ella, para humillar el desmedido orgullo del romano, mandó a un buceador a que sujetase un pescado podrido al anzuelo.
En los “Problemas” del gran filósofo Aristóteles se mencionan dos tipos de aparatos de inmersión. La lebeta, palabra griega que significa caldero, es uno de ellos. Esta no es mas que la campana de buzo, cuyo uso es antiquísimo en el Mediterráneo, y consiste en un gran vaso de metal que, en posición invertida, se sumerge en el agua, quedando así aprisionado en su interior el volumen de aire que su capacidad admita. Uno o más buceadores se acomodan en su interior y van efectuando salidas al exterior de ella, regresando nuevamente a la campana cuando tienen necesidad de respirar. El otro aparato que menciona Aristóteles es una especie de tubo respirador, muy parecido al actual Snorkel.
De la Edad Media al Renacimiento
La Edad Media vivió totalmente de espaldas al mar.¨Unicamente el reino insular de Sicilia, tan abierto a la influencia árabe, conservó su familiaridad con el mar en Occidente. Es en esta época oscura y poco marinera donde encontramos al extraordinario buceador Nicolás, apodado “el pez”, que alcanzó mucha fama por sus proezas submarinas. En su balada del “Buceador”, el gran poeta aleman Federico Schiller nos ha conservado su recuerdo. Encontramos también a este personaje, bajo el nombre de “Peje Nicolao”, nada menos que en el “Quijote” de Cervantes.
En el Renacimiento, encontramos bocetos de Leonardo da Vinci que muestran ingenios para el buceo. Uno de ellos representa la cabeza de un buceador provista de un tubo respirador idéntico a los actuales. Otro representa unas aletas natatorias, aunque para las manos, y no para los pies.
Posteriormente, el padre Borelli representó a lo que pudiera ser el primer buceador autónomo de la historia, provisto de unas aletas en los pies terminadas en garras, para adherirse al fondo del mar.
En 1866 Rouquayrol-Denayrouse patenta el primer regulador para equipos abiertos, pero fracasa debido a limitaciones tecnológicas. En 1937 los alemanes Klingert y Siebe patentan la primera escafandra verdaderamente funcional , a la cual se le suministraba aire desde la superficie a través de un largo tubo que simulaba un cordón umbilical.
Terminada la Segunda Guerra Mundial e incluso durante la misma, esforzados precursores fueron apareciendo en las diversas costas de Europa: el doctor Piroux en Antibes; Kramarenko en Niza; Broussard y el doctor Chenevée en Cannes; Fréderic Dumas en Sanary; los comandantes Tailliez y Jacques-Yves Custeau, que no tardaron en unirse a Dumas, para formar el equipo inolvidable de El Mundo del Silencio.
En 1936 se empezaron a fabricar en Francia las gafas binoculares Fernez, destinadas a proteger del largo contacto con el agua salada a los ojos de los buceadores, que terminaban casi siempre muy irritados. Estas gafas representaban el inconveniente de incrustarse en las órbitas de los ojos, lo que hacía muy doloroso su uso. Alec Kramarenko construyo una máscara de un solo vidrio, pero que no cubría la nariz. Para evitar que la presión aplastara la máscara contra la cara, Kramarenko le insuflaba aire con una pera de goma conectada a la misma, manteniendo su nariz obturada por unas pinzas. Luego surgieron las máscaras con dos bolas de goma, una a cada lado, que equilibraban la presión automáticamente.
Pero la verdadera solución consistía en una máscara que encerrase ojos y nariz: insuflando aire por esta, la presión se equilibraba perfectamente. Philippe Tailliez se construyó una lunette de estas características. Otra gran innovación introducida por Tailliez fueron las aletas natatorias. Las primeras aletas de caucho, patentadas por Louis de Corlieu en 1933 aparecieron en el mercado francés en 1935. A su vez, el norteamericano Owen Churchill las intodujo en California, y se pasó ocho meses estudiándolas y mejorando su diseño. En realidad la primera idea sobre las aletas fue concebida por el propio Churchill hallándose en Tahiti, donde vio unos pescadores submarinos indígenas que nadaban con aletas de palma.
Recién en 1944 el ingeniero Emile Gagan y Jacques-Yves Custeau desarrollan el primer regulador de demanda eficiente y seguro, que permite al hombre moverse en las profundidades con absoluta libertad.
Posteriormente, en la década de los 50, los experimentos precontinentes de Custeau y Sealab de G. Bond demuestran que el hombre puede vivir meses bajo la superficie en estade de saturación.
Pero es durante la década de los 60 cuando se logran avances impresionantes en la fisiología y la técnica que permiten al hombre respirar mezclas gaseosas y le dan la oportunidad de alcanzar límites, hasta el momento insospechados, de 400 metros de profundidad.
Como se ha visto, uno de los personajes más importantes en la historia del buceo, y quizás el más importante, es Jacques-Yves Custeau, no solo por los ingenios y artefactos inventados por él, sino porque ha sido el principal promotor del submarinismo de todos los tiempos. Sus travesías en el Calypso recorrieron los televisores de todo el mundo, mostrando un mundo desconocido hasta hacía pocos años. Millones de buceadores de todo el mundo le deben a él su pasión por el mar y sus profundidades, el respeto por la vida marina y el amor por el conservacionismo. Incansable en su tarea científica, muestra en libros y documentales algunas de las marvillas de este mundo tan sugestivo como misterioso; acicatea la curiosidad e incentiva la fantasía de todos los que alguna vez soñamos con emularlo en sus aventuras submarinas. Este ecologista precursor de un estilo propio impuso la modalidad del Gorro Rojo como distintivo universal de todos los que amamos el mar y sus secretos.
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